Después de derrotar a la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. por el estado de XRP, Ripple ha hecho un movimiento desconcertante: no tiene prisa por salir a bolsa.
En cambio, la empresa seguirá siendo privada. Esta elección dice más sobre el difícil ajuste entre las criptoempresas y los mercados públicos que sobre las finanzas de Ripple.
En julio de 2023, el tribunal dictaminó que XRP no era un valor cuando se vendía en intercambios públicos. Esta victoria histórica superó lo que muchos vieron como el último gran obstáculo antes de una oferta pública.
Después de años de litigio, Ripple salió reivindicado. Según las métricas estándar, esto era cuando una startup capitalizaría, recompensaría a sus patrocinadores, accedería a los mercados de capital y se haría pública.
Pero Ripple se negó. Este mes, la compañía confirmó que “no tiene ningún plan ni cronograma” para una IPO. La presidenta Monica Long destacó que Ripple tiene alrededor de 500 millones de dólares en financiación y una valoración privada cercana a los 40 mil millones de dólares. Ella cree que Ripple no necesita mercados públicos para crecer.
Esta elección distingue a Ripple de otras empresas de cifrado que salieron a bolsa y pagaron el precio.
Coinbase, Robinhood y las advertencias de la OPI
La cotización directa de Coinbase en 2021 se consideró un hito para las criptomonedas. Durante un tiempo pareció un éxito. Sin embargo, incluso cuando el mercado criptográfico en general ganó impulso en 2025, las acciones de Coinbase se quedaron atrás, cayendo aproximadamente un 30% a principios de este año. Esta desconexión genera dudas sobre la capacidad de los mercados públicos para valorar las empresas criptonativas.
Robinhood, una importante plataforma de comercio de cifrado de EE. UU., enfrentó problemas similares. Su oferta pública inicial de 2021 no estabilizó las acciones. Los ciclos del mercado, las caídas comerciales y las cuestiones regulatorias erosionaron el desempeño. Ambas empresas ganaron atención a corto plazo pero volatilidad a largo plazo.
La decisión de Ripple de mantenerse en privado evita esto. Permanecer fuera de los mercados públicos lo protege de la volatilidad de las ganancias y la presión de los inversores en acciones que no están familiarizados con las criptomonedas.
La rutina trimestral es brutal incluso para las empresas establecidas. Las empresas de criptomonedas, con ingresos volátiles y exposición regulatoria, están especialmente en riesgo.
Ripple también posee una gran cantidad de XRP y depende en gran medida de su ecosistema. Una cotización pública podría crear tensión entre los poseedores de tokens y los inversores en acciones, como se ha visto en otros lugares.
Los tenedores de acciones podrían presionar a Ripple para monetizar sus reservas de XRP o alterar su propuesta de valor. Mantener la privacidad preserva la flexibilidad y protege la gestión de tokens del escrutinio público.
La incertidumbre regulatoria persiste. Ripple ganó contra la SEC, pero la batalla regulatoria más amplia continúa. La SEC investiga otros casos de criptomonedas y el Congreso carece de una legislación unificada. Salir a bolsa podría significar más divulgación y escrutinio regulatorio. Mantener la privacidad le da a Ripple espacio para maniobrar.
Lo más importante es que Ripple no necesita el dinero. Un aumento de 500 millones de dólares con una valoración de 40 mil millones de dólares significa que no habrá crisis de liquidez. El capital privado permite a Ripple escalar sin involucrar a inversores públicos ni alterar su gobernanza interna.
Una tensión más profunda entre los mercados públicos y criptográficos
La vacilación de Ripple expone una verdad incómoda: los mercados públicos no están diseñados para empresas cripto-nativas. Los inversores tradicionales buscan ganancias predecibles, márgenes estables y claridad regulatoria. Las empresas de criptomonedas atraviesan ciclos volátiles, emplean tokenómicas complejas y operan en zonas legales cambiantes.
Este desajuste es importante. Los mercados públicos penalizan a las empresas cuando el comercio cae o se avecina una regulación, incluso si el crecimiento central se mantiene fuerte. Las empresas de criptomonedas no son recompensadas por sus fundamentos como las empresas de tecnología. En cambio, reaccionan al sentimiento del mercado y a los precios simbólicos.
Esto significa que el negocio principal de una empresa, ya sea que se trate de servicios empresariales de blockchain, infraestructura de custodia o pagos transfronterizos, puede verse eclipsado por la volatilidad de los tokens o los cambios de políticas. En un contexto privado, esos riesgos son más fáciles de gestionar. En un contexto público, a menudo se magnifican o se malinterpretan.
Las expectativas de los poseedores de tokens añaden complejidad. Los usuarios de criptomonedas a menudo actúan como accionistas sin poseer capital. Exigen actualizaciones, se alinean con los proyectos y se oponen a la desalineación percibida.
Salir a bolsa podría obligar a Ripple a equilibrar los mercados de valores y las comunidades de tokens, una hazaña poco común que pocas empresas han logrado con éxito.
La medida de Ripple es un retraso deliberado, no una retirada. Si sale a bolsa, el panorama debe cambiar: regulaciones más claras, inversores más informados y un entorno macro estable. Hasta entonces, permanecer en privado permite a Ripple controlar su dirección.
La conclusión de la industria es clara: los listados públicos no están garantizados. Las empresas de criptomonedas deben sopesar el momento, la gobernanza y la marca. Con métricas no convencionales y comunidades activas, el listón para salir a bolsa es más alto.
Ripple venció a la SEC. Pero la lucha por la legitimidad y el escalamiento generalizados persiste. Esquivar a Wall Street, por ahora, puede resultar la decisión más inteligente.


